sábado, 22 de noviembre de 2008

La Familia del Arco Iris



Saúl se sentó delante del gran tazón de cereales que le había preparado papá. Normalmente, le costaba mucho tomarse el desayuno rápido, pero aquel era un día especial y quería terminar de prepararse pronto para poder salir cuanto antes. Así que decidió tomarlo muy rápido, tanto, que se atragantó y tosió mucho.

-Saúl, no seas burrito. Hay que tomar las cosas sin pausa pero sin prisa, si no mira lo que te puede pasar.

Él sabía que cuando los papás riñen a sus hijos no es porque no los quieran. Sabía que todos los papás que quieren a los niños, además de hacerles regalos, darles abrazos y arroparlos por las noches, tienen que advertirles de las cosas que están mal. Aún así, Saúl prefería un achuchón o un cochecito de juguete antes que una bronca, por más pequeñita que fuese. Además, siempre le pedían que fuese como Superman y se bebiese la leche en poco tiempo. ¿Por qué ahora papá no le hacía gracia que fuese tan veloz como un héroe?

- Perdón- dijo a regañadientes-. Es que estoy muy ilusionado y no quiero que perdamos el avión. ¿Has terminado de preparar el "iquepaje" como te dijo mamá?

Mamá entró riendo en la cocina y dijo:

- Se dice "equipaje", tesoro- luego le ordenó a papá:- Tira y acaba tu "iquepaje", que tiene razón el pequeñajo.

Saúl no entendía nada. Si mamá le acababa de decir a él que se decía "equipaje" y no "iquepaje", ¿por qué ella volvía decirlo mal? A veces no hay quien entienda a los mayores.

Cuando acabaron, fueron todos juntos en taxi, que era un coche normal, aunque Saúl se esperaba que fuese un súper-coche. Llegaron en él al aeropuerto. Saúl corrió de un cristal a otro para ver los aviones que despegaban y aterrizaban.

-¡Mirad qué grandes, mamá y papá! ¿En cuál vamos a ir? ¿Subirá tan alto como aquél?

Los papás trataban de responder a todas sus preguntas, hasta que llegó el momento de embarcar. Saúl estaba tan nervioso que no podía dejar de dar saltitos. Dejaron la maleta en una cinta transportadora como la de la caja del supermercado. Un poco asustado, preguntó:

- Si esas maletas son nuestras, ¿por qué nos las van a hacer pagar?

-No nos van a hacer pagarlas. Las van a llevar dentro del avión con el resto de maletas, y cuando lleguemos a China, nos las devolverán.

Entonces llegó la hora de subir al avión. ¡Era grandísimo! Subió las escaleras imaginando que era el piloto, y una vez acomodado en su asiento, siguió jugando, mientras se veía realizando piruetas en el aire. Pero claro, ser un piloto acrobático, aunque sea soñando despierto, da mucho sueño, y no tardó en dormirse acurrucado entre papá y mamá. Y dormido siguió soñando que viajaba entre las nubes.

Papá lo despertó con la noticia de que ya estaban en China. Lo tomó en brazos hasta bajar del avión, y después de recuperar las maletas, montaron en autobús. Saúl se fijó en que todo el mundo allí tenía la piel muy clarita, casi amarilla, y los ojos pequeños y alargados hacia los lados, como el señor que les llevaba arroz los viernes por la noche o la chica que vendía juguetes cerca de la casa de su amigo Toni.

Unas cuantas paradas después, bajaron y fueron andando hasta una casa muy grande y un poco vieja, con un patio en el que jugaba muchas niñas con los mismos ojos que la gente del autobús. También la señora que les abrió la puerta tenía esos ojos. Los condujo por muchos pasillos y les hizo detenerse delante de una puerta que tenía un cartel. Era un cartel muy raro, porque las letras que tenía escritas no eran ni la S de Saúl, ni la T de Toni, ni la M de Marina, ni la A de Alejandro, ni la L de Laura, que eran las letras que aprendían en el cole. Cuando la mujer abrió la puerta, lo primero que vieron fue una cuna de bebé, y dentro de la cuna había una personita muy pequeña. Mamá se tapó la boca y lloró un poquito al mismo tiempo que reía. Como Saúl era un chico mayor no se asustó de ver llorar a mamá. porque sabía que eso era llorar de alegría. Papá la abrazó y a él le agarró muy fuerte de la mano.

-Mira, Saúl: ésta es Bea, tu hermanita.

Mamá la cogió en brazos y todos se sentaron a mirarla. Era igual de pequeña que los muñecos que tenían en el cole, y sus ojos eran como los de las niñas y los mayores de allí fuera. También su piel era tan clarita que parecía amarilla. Entonces miró a mamá, luego a papá y, finalmente, se miró a él en un espejito pequeño que había en la pared. Y se puso a recordar las familias de sus amigos. Y después de pensar un poco, dijo:

- No nos parecemos. Las demás familias sí se parecen. Laura y su hermana tienen el pelo amarillo como su mamá y los ojos azules como el cielo igual que su papá. Y los cuatro tienen la piel un poco clarita. Alejandro y su hermano tienen el pelo negro como su papá y los ojos verdes de su mamá. Pero nosotros somos muy diferentes... Vosotros tenéis la piel ni muy clara ni muy oscura. El bebé la tiene tan clara que parece amarilla, y yo tan oscura que parece casi negra, como el chocolate. Bea y yo tenemos el pelo negro, pero ella tiene poco y liso, y yo mucho y rizado. Vosotros dos tenéis el pelo marrón. Los ojos nuestros son negros, los de mamá verdes y los de papá marrones. Y todos tenemos los ojos muy grandes menos el bebé.

Papá y mamá se miraron sonriendo, y papá contestó:

- Eso es porque los niños se parecen o no a sus papás según la forma en que hayan llegado a la familia. Tú sabes que hay mamás que tienen un bebé en la tripita y, cuando crece, sale con su familia, ¿verdad?- Saúl dijo que sí muy fuerte moviendo la cabeza de arriba hacia abajo-. Pues esos niños se parecen a sus papás en la carita. Pero hay otros niños que crecen en la tripita de una mamá que no puede cuidarlos, y también hay mamás que pueden cuidar niños pero no pueden tenerlos en sus tripitas. Tú y Bea estuvisteis en la tripita de una mamá que no podía cuidaros, y esta mamá que tenemos aquí sí podía cuidar niños pero no podía tenerlos en la tripita. Por eso, mamá y yo fuimos a Kenia a buscarte a ti hace cuatro años, y ahora hemos venido a China a buscar a Bea. Y os llevamos a casa para quereros siempre. Eso también lo sabes, ¿a que sí?

-Sí... Por eso Bea y yo no nos parecemos a vosotros: porque no estuvimos en la tripita de mamá.

- Claro... Por eso nuestros ojos, pelos y pieles son de diferentes colores. Pero piénsalo así: si el arco iris fuese todo del mismo color, sería igual de bonito?

- No... Es tan bonito porque tiene muchos colores.

- Pues en nuestra familia pasa lo mismo: somos una familia muy especial porque tenemos muchos colores. Y aunque seamos diferentes, estamos siempre juntos. Como el rojo, el naranja, el amarillo, el verde, el azul y el lila del arco iris.

- Entonces... ¡Somos la familia Arco Iris!

Mamá y papá rieron.

- Sí, tesoro. Somos la familia Arco Iris.

Y se abrazaron todos tan fuerte y tan sonrientes, que nunca se había visto un arco iris tan feliz como aquél.

2 comentarios:

Maria Durga dijo...

Mi querida Lorena, acabo de leer tu mensaje en mi blog y me he pasado a conocerte y saludarte.

Estoy profundamente impresionada, lo he leido todo, si, todas tus entradas. En unas me he emocionado tanto que mis lágrimas no han podido contenerse y se deslizaron por mis mejillas.

¿Es cierto que eres tan joven? De ser cierto, te diré que tienes una capacidad increible para expresar sentimientos de una manera tan sencilla y natural, que pareciera que tu fueses la protagonista, la que has vivido en primera persona esas situaciones.

Dices "pero a partir de ahora no voy a censurarme nada... No quiero ser yo misma la que me corte las alas."
y tambien
"Mi sueño además de tratar de convertir la escuela en algo mágico, es escribir."

Por favor Lorena, no se te ocurra dejar de escribir, vuela, vuela libre y sigue tus sueños, tienes madera, serás reconocida por tus escritos.

Gracias por pasar por mi blog y permitirme así conocerte, veo que tenemos en común el amor por la infancia, por los niños y sus derechos.

Pasaré por aquí a menudo a leer tus historias y relatos.

Gracias, mil gracias Lorena, estoy segura de que tu escuela será mágica porque tú, eres mágica.

Abrazos desde el alma

Maria

Maria Durga dijo...

¿Has visto la pelicula del Inolvidable Simon Birch? Qué raro, casi nadie la conoce, ¿a que es preciosa y conmovedora?
Vaya.. tenemos algunos gustos comunes.

Abrazos infinitos