martes, 8 de noviembre de 2011


Ocho de noviembre de 1991. Aunque la niña aún no sabía qué era eso de la fecha, pues tenía tan solo tres añitos. Pero sí que sabía que aquel día era especial. Bien que lo notaba en los nervios que le hacían cosquillitas en la barriga. Iba de la mano de papá, con su tía unos pasos más alante. Subieron unas escaleras, despacio, puesto que sus cortas piernas no podían ir al ritmo de las de sus familiares adultos. Pasillos silenciosos, y una puerta. Papá abre la puerta y en una cama está mamá. La niña quiere mucho a mamá, pero no es a ella a quien quiere ver. Lo que le interesa es esa cosa pequeña que hay a su lado. Esa cabecilla llena de pelo negro que está quietecita en la cuna. Lleva mucho tiempo deseando conocerla, pero ella no quería salir de la tripa de mamá. Al fin se ha decidido a salir al mundo a conocer a toda esa familia que esperaba con alegría su llegada. Por fin ha llegado el día en que la niña puede conocer a la famosa Ana Sheila, esa hermanita de la que tanto han hablado los últimos meses en casa, que ella llegó a ver en una tele en blanco y negro que tenía el médico (aunque más que una niña, esa cosa de la pantalla parecía una cesta). "¡Ya soy una hermana mayor!", pensaba la chiquilla, emocionada. Sin embargo, la ilusión la tenía paralizada, no podía decir apenas nada, y aunque sus papás la instaban a acercarse a la cuna a ver al bebé, ella no conseguía casi moverse. Al final pudo hacerlo y vio, por primera vez, la carita que más le iba a gustar durante toda su infancia.

La carita a la que "cuidaría" al principio. El bebé cuando jugaba a las mamás, la alumna cuando jugaba a profes. La que le rompería sin querer los recortables o "su diente más bonito" pero luego vendría a abrazarla y a pedirle perdón. La que se pasaría las noches en vela en la cama de al lado, hablando de cualquier cosa, imaginando cualquier historia. La que siempre la acompañaría y aquella con la que casi nunca pelearía (y si acaso lo hacían, acabaría siendo taaaan divertido como una guerra de escupitajos en la que todos los gapos irían a parar a la torpe hermana pequeña que no sabe ni escupir, muahaha). Su cómplice cuando hablaran de chicos guapos; consejera si hay corazones rotos. Ladrona profesional de ropa y maquillaje. Prestadora profesional de ropa y maquillaje. La bailarina más guapa de cualquier escenario. La psicóloga personal de su hermana mayor aún cuando no había decidido ni qué estudiar y solamente era un "despojo social" (payasita).

La mejor hermana del mundo. MI AMIGA HERMANA PARA SIEMPRE.

Ya han pasado veinte años exactos desde que te vi la primera vez, Anita. Y ese día me enamoré de ti, y desde entonces no he dejado de quererte ni un solo segundo.

¡¡¡FELICIDADES!!!