lunes, 24 de noviembre de 2008

Mis dos Santas Madres


Bueno, el título de hoy suena muy religioso... Os explico: hoy es Santa Catalina. Y Catalina se llaman mi madre y mi abuela. O dicho de otra forma, Catalina se llaman mis dos madres.



Yo vivo con mis padres y mi hermana, pero la casa de mis abuelos está sólo dos pisos por encima de la mía, así que, como es de imaginar, el contacto y la relación que tengo con ellos no es de nieta y abuelos, sino más bien de hija y padres.




Por lo tanto, cuento con la bendición de tener dos mamis, aunque a la hora de ordenar la habitación o de pasar mucho tiempo fuera de casa y sin estudiar, más que una bendición parece casi una pesadilla pequeña. Eso sí, una pesadilla que merece la pena, que se me enfadan...





Tengo dos mujeres que darían la vida por mí, que han jugado conmigo durante horas a lo largo de mi infancia, que han perdido su tiempo en darme de comer mí (que con lo que trago ahora, y de pequeña no abría la boca ni loca), me han colmado de regalitos y, sobretodo, han tenido sus brazos abiertos durante 20 años para abrazarme constantemente, hasta dejarme a veces casi sin respiración. Porque me quieren tanto que ni el aire cabe en mis pulmones, ya que los llenan ellas dos de amor.




Sería imposible contar todo lo que me han dado... Más que nada porque me saldría una entrada aún más larga de lo habitual, y el blog me quedaría "gigante hasta las nubes", como el tren que quería mi primito Álex. Por lo tanto, lo que me dé tiempo a escribir, hay que multiplicarlo por mil... Y aún así se quedará corto. Porque ellas no descansan de hacerme feliz.



Podría recordar por ejemplo aquellas tardes en que mi abuela me llevaba a pasear por la acera de debajo de mi casa a coger flores cuando aún usaba pañales. No recuerdo mucho, porque era muy pequeña, pero sí me acuerdo de coger florecitas amarillas. Y según me cuenta ella, me paraba a mirar los bichos que encontraba: "Abuelita, un bicho. Abuelita, otro bicho". Y ella con más paciencia que un santo, a agacharse para ver bien las hormiguillas y escarabajos o lo que fuese...



También podría recordar cómo mi madre jugaba a las cocinitas conmigo como si tuviésemos la misma edad (aunque bien mirado, poca gente puede presumir de tener una mami tan jovencita como la mía). La capacidad de volverme niña pequeña cuando estoy con niños pequeños la he debido sacar de ella, eso está clarísimo. Los tres años que pasé como hija única no tuve tiempo de aburrirme, porque ella me regalaba todo su tiempo, para jugar conmigo y ser, además de una excelente educadora y cuidadora, una compi de juegos divertidísima.




Otro recuerdo de esos que te marcan la infancia es ir con mi abuela miles de tardes de verano a merendar al polideportivo. Los cinco primos, un balón y un par de botes de Dan' up, además de galletas, chocolate (blanco, que si no no comía Ana)... Y a jugar durante horas bajo su atenta mirada. Luego nos llamaba para que merendásemos toda esa enorme cantidad de comida (tan dulce como ella) y nos limpiábamos en su eterno pañito de colores, jejeje.



Volvemos a mi mami... A recuerdos malos... A esas tardes de Bachillerato, en las que un montón de artistas, reyes, filósofos y verbos de latín me atormentaban, muchas veces hasta las lágrimas... Y mi pobre madre se perdía el programa de turno de la televisión para "pasarme nota" (que es lo que mi hermana, mi madre y yo utilizamos para decirnos que comprueben si sabemos la lección). Durante horas estaba sentada en mi cama, oyendo cómo yo gritaba de rabia cuando no conseguía aprenderlo todo, y cuando había suerte le tocaba tragarse las declinaciones griegas... Luego se oía un gritito desde la habitación de mi hermana: "¡Mamáááá! ¡Ven a pasarme notaaaa!" Y como una pelota se pasaba la tarde y muchas veces la noche de un cuarto a otro, para escuchar cosas sobre Jenofonte unas ocasiones y las capitales de Europa otras. Ahora ya en la universidad la he dejado descansar, porque es tanto y tan raro lo que estudio que es mejor que lo estudie a mi rollo, pero sé que si algún día decido volver a las andadas, ella volvería a "pasarme nota" sin dudar.



Y otra vez a hablar de mi abuela. La mitad de mi armario era artesanal. La gente se quedaba alucinada cuando veía a dos niñas vestidas iguales, con pinta de repollo. Parecía que se preguntaran "¿Es posible que las tiendas vendan esos trajes tan barrocos?" Era obvio que no, eran trajes que mi abuela realizaba con sus propias manos, armada con su aguja y su máquina de coser. La cantidad de flores que nos habrá cosido ella y puesto nuestra madre... Parecíamos dos prados andantes. Y bueno, pese a parecer ramos de flores, eran muy artísticos, y sobretodo estaban hechos con mucho amor y una gran dedicación y esfuerzo.



De nuevo con la mami... ¿Qué decir de esas fantásticas tartas de cumpleaños a rebosar de chucherías? Pues prefiero decir pocas cosas, la verdad, porque hoy, como he comido en la universidad, he tomado sólo un Kawa (que para abreviar diré que es parecido a no comer nada), y si me pongo a hablar mucho de semejante delicia no me quedará más remedio que ir a la máquina y sacarme una bolsita de chuches... pero como para eso tendría que dejar la entrada a medias, mejor que cambie de tema. Sólo decir que el ingrediente secreto de esas tartas era cariñito.



Ese mismo ingrediente secreto lo llevan los papajotes de mi abuela. Receta del pueblo, una maravilla para el paladar. Cada mañana de fin de semana nos juntábamos los cinco primos en su casa y ella venga a hacer papajotes. ¡Volaban! Hacía unos cuantos requemados para quienes los preferíamos tostaditos, y otros blanduzcos para quienes les gustaba la sensación de la cremilla en su boca. ¡Me empiezan a crujir las tripas con tanta comida!



¿Conocéis a alguien capaz de rechupetear un papel de quesito y tirarlo en el suelo de su propia casa varias noches? Yo sí... Mi mami... Cuando se nos caía un diente a mi hermana o a mí, dejábamos debajo de la almohada (además de "la gran pérdida dental") un quesito... ¡Es que el viaje cargado de regalos es muy cansado para un ratón! Y claro, abre el apetito... Entonces mi madre, además de llenar la cama de regalos (aún no sé cómo no me despertaba cuando metía bajo mi cabeza una caja de la hermanita de Barbie o la película de "Babe, el cerdito valiente"), se comía el quesito (supongo que sin ganas, porque un quesito casi de madrugada no es lo que más suele apetecer), y luego tiraba el papel por ahí en medio. Al día siguiente, llena de ilusión, abría los regalos con nosotras y fingía sorpresa cuando algún regalo nos dejaba sin palabras. Incluso se atrevía a insultar al pobre Ratoncito Pérez: "Tú te crees el ratón marrano... Coge y tira el papel...Cómo se nota que no barre él... ¡Qué cochino!" Nosotras nos partíamos de risa al ver que cada vez lo repetía, aunque le pidiésemos por carta que fuese más limpio y lo llevase a la papelera. Y nunca caíamos en la cuenta de lo raro que era que aunque se me cayese el diente a mí, también recibía Ana regalos, y cuando era ella la mellada, mi almohada también tenía sorpresa.



Eso por no hablar de las noches de Papá Noel... Siempre adelantadas para que mis primos estuviesen en Benidorm y no en el pueblo... Mi casa llena de papeles, luces, gritos... Y juguetes a mansalva. Todo gracias a los "duendes de Santa Claus", entre ellos mi mami y mi yayi...



Bueno, creo que voy a parar ya, que me estoy poniendo sentimental y no me gusta la idea de echarme a llorar en mitad de la sala de ordenadores de la biblioteca... La gente me miraría raro...



Así que acabo esta entrada con la frase más importante del día:



¡FELIZ SANTO, MAMI Y YAYI!!




1 comentario:

Maria Durga dijo...

Mi querida Lorena, no podría ser de otra forma, alguien tan sensible como tú debería haberlo heredado de alguien y ahora me lo explico. Eres afortunada, mucho, por esas dos madres que la vida te ha dado, pero créeme, ellas son las verdaderas afortunadas, las que seguro dan gracias al cielo cada día por tu presencia en sus vida, su trabajo contigo ha producido unos frutos excelentes.

Es maravillos ver que una joven es capaz de valorar y agradecer lo que sus mayores han hecho por ella, eso dice mucho de ti, niña, mucho.

Pues eso, que eres un ser humano lindo, y muchas felicidades para esas dos mamis que la vida tan pródiga ella te ha dado.

abrazos infinitos

Maria